viernes, 24 de julio de 2015

Arrancar un árbol para plantar una flor.

En la esquina de la Plaza de la Constitución o Plaza del Ayuntamiento, como prefieran, hay una humilde jardinera, que desde hace más de diez años daba vida a un precioso ejemplar de Arce japonés (acer palmatum) variedad "Dissectum Garnet", maltratado, eso sí, por la continúa desidia de los jardineros municipales encargados del mantenimiento de las zonas verdes veigueñas, que cuando llegaba el estío no se molestaban en paliar su sed con unas cuantas gotas de agua.

Pero el sufrido arce, se había convertido por derecho propio en vecino superviviente, cuando llegaba la sequía rebajaba al límite sus constantes vitales, las otrora, en primavera, brillantes hojas, daban paso a muñones secos que poco a poco se iban desprendiendo de las ramas, en un otoño anticipado, dejando a la vista la desnudez de su tronco y ramaje.
Y así, en ese estado de hibernación anticipada, sufría todo tipo de tirones, fracturas, desmembraciones...
Pero a finales del siguiente invierno sus yemas ya presentaban un rollizo aspecto, que explosionaba, en docenas y docenas de preciosas hojas rojas, con la llegada de la primavera.
Y así año tras año....

Mas ya no brotarán sus hojas la próxima primavera.

Los mismos que deciden que "hay que concienciar a los vecinos de la importancia de mantener cuidado el pueblo", los que a los niños otorgan diplomas de "guardianes de las plantas" para inculcarles lo importante que es cuidar la naturaleza, esos mismos y sus asesores han decidido, ordenado y ejecutado, desahuciar a nuestro arce japonés para que su jardinera sea ocupada por unas caducas asteraceae, unas imprevisibles violáceas o quizá por unas vulgares petunias. 

Nota: Lo que menos importa es que un arce de éstas características y edad tenga en el mercado un precio entre 60 y 80 euros (es una puntualización por aquello de "conservar el patrimonio del pueblo")

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